sábado, 7 de junio de 2014

David Randall "El periodista universal"

“Si fuera preciso elegir un reportaje cuya calidad с impacto representaran lo mejor del periodismo, tendríamos que remontarnos 125 años atrás, a una Europa Central escindida por demandas nacionalistas y una violencia sistemática. Cualquier similitud con los acontecimientos contemporáneos dista de ser una coincidencia. La historia comenzó con una alegación de atrocidades, mentiras simultáneas de varios gobiernos. censura y un imperio moribundo. Implicó a Turquía, Rusia, Gran Bretaña y una naciente Bulgaria, prosiguió con acciones heroicas y una guerra, y concluyó, nada menos, con la creación de varias naciones nuevas y una recomposición del mapa de Europa. Y lo que entrelazó estas dispares hebras fue un antiguo corresponsal en San Petersburgo, un norteamericano de origen irlandés llamado Januarius Aloysius MacGahan”.


En el aña 1876 un destacado periódico libe¬ral de Londres El Daily News se puso en contacto con él. Tenían un encargo urgente que hacerle.

“El News tenía ciertos problemas. La víspera, 23 de junio, habían publicado una historia de sir Edwin Pcars, su hombre en Constantinopla, basada en rumores, sobre las terribles atrocidades cometidas en el sur de Bulgaria por las fuerzas turcas contra la población cristiana. El Foreign Office británico estaba furioso. También lo estaba el Primer Ministro pro turco, Benjamín Disraeli. Había calificado la información de "chismorreos de barra", los había desmentido de plano y había acusado abiertamente al periódico de falsedad y recurriendo al viejo victimismo tan propio de los políticos, de "irresponsabilidad". Los turcos, que habían impuesto una censura férrea y total sobre los acontecimientos, lo negaban todo.
Ahora le correspondía al News demostrar sus acusaciones o sufrir la humillación de verse obligado a desdecirse. Así que mandaron a MacGahan y le encargaron que viajara a Bulgaria en busca de la verdad. A comienzos de julio estaba ya en camino, investigando y entrevistando a cientos de supervivientes. Lo que descubrió iba mucho más allá de sus peores previsiones como periodista ya muy curtido: se había perpetrado una matanza feroz y generalizada sobre alrededor de 12.000 hombres, mujeres y niños búlgaros.
En el primero de sus despachos, publicado por el News el 28 de julio, MacGahan escribía: "Creo que llegué aquí con mentalidad ecuánime e imparcial... Me temo que ya no soy imparcial, y desde luego no me siento nada ecuánime...". Su relato más significativo era el referido a la aldea de Batak. A pesar de sus comentarios acerca de la imparcialidad, es un modelo de cómo una descripción contenida de los hechos, y no de las emociones, es la forma más eficaz de periodismo:
Según nos acercábamos al centro de la aldea, iba aumentando el número de huesos, esqueletos y calaveras. No había una sola casa bajo cuyas ruinas no viéramos restos humanos, y además las calles estaban cubiertas de ellos. La iglesia no era muy grande. Estaba rodeada de un muro bajo de piedra, que encerraba un pequeño patio de unos cincuenta metros de ancho por setenta de largo. Al principio no notamos nada de particular, pero tras una inspección más detenida descubrimos que lo que parecía una masa de piedras y basura era en realidad una inmensa pila de cuerpos humanos cubiertos con una delgada capa de piedras.
... Nos dijeron que sólo en aquel pequeño patio de iglesia yacían tres mil personas... en aquella masa en descomposición había cabeci-tas de pelo ensortijado, aplastadas por pesados pedruscos; pies diminutos, del largo de un dedo, en los que la piel se había secado bajo el calor ardiente antes de que tuvieran tiempo de descomponerse; manitas de bebés tendidas en busca de ayuda; criaturas que habían caído preguntándose qué significarían el deslumbrante brillo de los sables y las manos tintas en sangre de los hombres de ojos feroces que los blandían; niños que habían muerto encogidos por el miedo y el terror; niñas que habían muerto llorando y pidiendo misericordia; madres que habían muerto intentando escudar a sus pequeños con sus propios y frágiles cuerpos. Todos ahí, amontonados juntos, fermentando en la descomposición de un horrendo amasijo.
Guardaban silencio. Ni lágrimas, ni sollozos, ni chillidos aterroriza-dos, ni ruegos por salvar la vida. Las cosechas se pudren en los cam¬pos y los cosechadores se pudren aquí, en el patio de la iglesia.

Los reportajes de MacGahan (que fueron reimpresos en todo el mundo y posteriormente publicados en forma de librito en muchos idiomas) desencadenaron al instante una reacción en cadena de proporciones enormes. En medio de la indignación mundial que vino a continuación, el Gobierno británico se vio obligado a reconocer la verdad ……

MacGahan contrajo la enfermedad y murió el 9 de junio de 1877, a los 34 años de edad. Los búlgaros, que le habían bautizado como VEI Libertador", le enterraron en Pera. Se celebraron misas por su alma en San Petersburgo y recibió honores fúnebres en Londres, París y Norteamérica. En Sofía se erigió una estatua en su honor y durante años su muerte fue conmemorada con un réquiem anual en Tirnova.